Autoridad con amor
AUTORIDAD CON AMOR
REFERENTE TEÓRICO
Por autoridad se entiende el modelo que los padres establecen en su núcleo familiar para enseñarle a los hijos, o demás miembros, lo que está permitido y prohibido. La autoridad es una herramienta para promover la cohesión grupal, vía la reflexión y el establecimiento de reglas. Esto implica una reflexión sobre dos conceptos: el poder y la acción. El primero como posibilidad de influenciar la forma de comportamiento de otro sujeto, siempre y cuando no se utilice como medio de dominación o de subordinación de una voluntad a otra, como el dominio de un hombre a otro.
El segundo está mediado por la no-instrumentalidad y la libertad. La acción es una decisión que está atravesada por la responsabilidad del sujeto hacia las consecuencias de tal acto. De esta manera, acción y poder se definen mutuamente.
La autoridad democrática es aquella que permite el consenso, el diálogo y los acuerdos, partiendo de la premisa de qué es mejor para todos. Por lo tanto, en este modelo cada miembro de la familia es importante y protagónico. Aquí existen garantías a través de la práctica de la escucha activa y la utilización de la palabra como forma de construcción conjunta, es decir, no es simplemente la capacidad humana para actuar, sino para actuar concertadamente. Es un poder que no puede ser exclusivo de seres individuales. El poder se afirma en el respeto de los pactos y los acuerdos concertados.
El autoritarismo se comprende como un modelo fundado en la sumisión incondicional hacia el representante de la autoridad, aunque el autoritarismo no tiene autoridad, es decir, se vale de la imposición para hacerse reconocer por medio del temor. Esto evidencia la incapacidad para establecer consenso, para concertar.
La permisividad se sustenta en la idea de “dejar hacer” para alcanzar la realización de “seres libres”, es decir, dar permiso para llevar a cabo cualquier acto confiando en la “conciencia” de cada miembro, desconociendo que esto es una construcción conjunta. Si bien, en la autoridad democrática la premisa es qué es mejor para todos, aquí es qué es mejor para mí, por tanto no es un proyecto común de convivencia sino individualismo.
Por tanto, la autoridad en la familia ha de ir inspirada por el cariño que tengas por tus hijos, por el verdadero amor que busca el bien de ellos, por el respeto a sus personas, por el dominio personal de tus enojos, flojera y egoísmo. Estará revestida de generosidad, pues debes esforzarte para vencer tus comodidades con tal de ayudar a que tu hijo sea mejor. Será, también, una autoridad adecuada según las necesidades de cada uno de los miembros de la familia. No podrás exigir lo mismo a un niño que a una niña; a quien es flojo o más inquieto, a quien es inteligente o a quien lo es menos.
¿Cuántos papás creen que la autoridad en la familia es únicamente para mandar, para que cumplan lo que ellos quieren? Se les olvida que Jesucristo se identifica con cada uno de ellos: "Lo que hicieras a cada uno de estos, los mas pequeños, a mí me lo hiciste". Son palabras de Jesucristo. Entonces, ¿Por qué no servir a Dios en cada uno de nuestros hijos? ¿Por qué no atenderle y amarle en ellos?
¿Por qué regañas a tu hijo? ¿Porque estás muy cansado y no quieres que te moleste? ¿Porque se equivocó— en la forma que le dijiste que barriera el patio? ¿Por qué? Esta es la pregunta que, como padres, nos hemos de hacer siempre que mandemos algo a nuestros hijos. ¿Por qué lo hago? ¿Busco su bien? ¿Deseo que sea mejor persona?
Recuerda que los hijos son el fruto del amor, de la entrega total y mutua de los cónyuges. Ese fruto se transforma en una nueva vida, en una persona imagen y semejanza de Dios, ¡En tu hijo!.
Quien realmente sea la autoridad de la casa, ha de ser el servidor de todos.
¿Qué se necesita para ser buena autoridad en la familia?
1. Necesitas apoyar siempre la autoridad del otro cónyuge.
2. No tengas miedo de mandar, de ejercer la autoridad. Quien sirve a los demás, vive la felicidad en esta tierra.
3. Esfuérzate por dar buen ejemplo a tus hijos. Quien se esfuerza por ser ejemplo, tendrá el derecho de mandar. "Guarda tus zapatos en el ropero, Juanito". Él irá a hacerlo. Pero, tú ¿guardas tus zapatos en el tuyo?
4. Cada vez que ejerzas tu autoridad, des una orden o una indicación, dialoga con tus hijos. Explícales por que han de hacerlo.
5. Comprende a cada uno de tus hijos. Para mandar a Juanito se necesita exigirle mucho, pues es muy distraído. En cambio, a Manuelito basta que se lo digas una vez. Sin embargo, con Juanito haz de tener muchísima paciencia. Con Manuelito menos. Cada quien necesita un servicio educativo diferente.
6. Mantén siempre la calma, la serenidad, el dominio personal. Nunca ejerzas tu autoridad en la familia si estás de mal humor, enojado o con un coraje. Eso te hará que no pienses bien. Lo más probable es que puedas ofender a alguno de tus hijos. ¡Detente! ¡Serénate! ¡Respira hondo! ¡Tranquilízate! Cuando lo hayas hecho, entonces ahora sí, da la orden que se necesite.
7. Sé muy perseverante, no te rindas, continúa día a día. La autoridad hay que ejercerla siempre, sin desfallecer. El día que no lo hagas, se perderá todo lo que hayas logrado.
Diferentes técnicas para aplicar:
- Aprender a negociar. Hay que hacer un esfuerzo por negociar con los hijos, a pesar de que éstos sean buenos "negociadores". Para ello, el marco de referencia debe ser suficientemente amplio y debe aumentar conforme va creciendo el niño, "como cuando pide comer más patatas que judías y se le hace caso, pero come las dos cosas, nunca sólo una de ellas".
- Los adultos deben conocer sus propios límites. Si los padres no tienen límites tampoco sabrán ponerlos. No se puede pedir a un niño que utilice el teléfono móvil sólo en momentos de urgencia, si ve que los padres no tienen límite en su uso y lo mantienen permanentemente encendido.
- Saber decir 'no'. El estilo comunicativo de los padres debe estar acorde con sus palabras, es decir, el lenguaje verbal y el lenguaje no verbal no deben contradecirse.
- Ser coherentes. Cuando se niega algo, se tiene que explicar por qué se ha tomado esa decisión, escuchar las argumentaciones de los hijos y actuar de la misma manera que se pide a estos que actúen.
- Escuchar y mirar al niño. Cuando lloran, patalean o gritan, es posible que los niños estén intentando decir algo a los padres. Por ello, hay que aprender a escucharles y mirarles a los ojos.
- Mantener las decisiones. Es importante mantener la coherencia con lo que se hace y se piensa porque de lo contrario se perderá la credibilidad ante los hijos.
- Resaltar lo que se hace bien. El niño debe saber lo que hace mal, pero no se le puede "machacar" con éstas actuaciones, también tiene derecho a saber que hay cosas que hace bien.
- Poner límites que tengan valor. "Si hay que decir al niño que no rompa un vaso, no se debe utilizar el chantaje emocional y decirle que mamá se va a poner triste si lo hace, sino que hay que decirle la verdad, que está mal romper un vaso", subraya la profesora, para quien "el tiempo que se invierta ahora, tendrá muy buenas consecuencias".
METODOLOGÍA
TEMA: Pautas de crianza y autoridad con amor
SALUDO Y MOTIVACION AL TEMA A DESARROLLAR
REFLEXION:
¿Qué nos hace mejores padres?
Los buenos padres no le dan a su hijo todo lo que necesita,
Le enseñan que él es capaz de conseguir lo que quiere.
Los buenos padres no buscan hacer feliz a su hijo,
Le enseñan que la felicidad depende de cada uno.
Los buenos padres no le dan oportunidades a su hijo,
Le enseñan a buscarlas, a crearlas y a aprovecharlas.
Los buenos padres no le dan a su hijo lo mejor para que sea feliz,
Le enseñan a disfrutar y a encontrar lo mejor, aún en lo más sencillo.
Los buenos padres no le enseñan a su hijo a superar siempre a los demás,
Le enseñan a superarse a sí mismo.
Los buenos padres no le enseñan a su hijo a decir todo lo que piensa,
Le enseñan que lo que pensamos no es la verdad absoluta y que debemos
ser cautelosos al expresar nuestras opiniones, teniendo en cuenta los
sentimientos de los demás.
Los buenos padres no le resuelven los problemas a su hijo,
Le enseñan a asumir responsabilidad y a aprender de sus errores.
Los buenos padres no le enseñan a sus hijos a evitar los fracasos,
Le muestran que el fracaso es parte del camino hacia el éxito.
Los buenos padres no convencen a su hijo de su importancia en la sociedad,
Le enseñan que sirviendo se volverá importante para ella.
Los buenos padres no le enseñan a su hijo a ser crítico y resentido ante las injusticias,
Le enseñan a contribuir en paz y a construir la justicia.